martes, 24 de noviembre de 2015

Caligrama- Florencia Andrighetti

Consignas:

a) Leer “La operación de leer”, en Bértolo, C. (2015), La cena de los notables.Buenos Aires, Mardulce.
b) Transformar el capítulo anterior en un texto donde emplees escritura creativa y los recursos estéticos que te parezcan pertinentes (fotos, videos, dibujos…).


Actividad producida en la Cátedra Lingüística del Texto y Análisis del discurso, noviembre de 2015.

martes, 29 de septiembre de 2015

TP 2 Adquisición y Desarrollo del lenguaje

8 de abril.

Diario: hoy la profe nos dijo algo que me dejó pensando mientras volvía a casa. “El pensamiento fue primero que el lenguaje” y traté de imaginarlo, ¿cómo era posible que nunca me detuve a pensarlo?; es lógico hasta en una cuestión de tiempos históricos y yo nunca lo había pensado. Me cuesta entenderlo, en mi cabeza ya estructurada y por la naturalización de nuestro lenguaje, que nos diferencia de las demás especies, y que nace en nosotros de manera espontánea, como un instinto y por eso tal vez no nos sorprende… hasta que alguien en una clase te dice que existía el pensamiento sin lenguaje, entonces comenzás a ver su complejidad, su función, el motivo de su existencia: la interacción de mi forma de ver el mundo con el otro y su forma de ver la realidad; nuestra necesidad de expresarnos para poder sobrevivir, porque somos muchos – 7 mil millones – y ¿cómo lo haríamos sin lenguaje?, ¿qué nos daría la identidad si no pudiera, mediante el lenguaje, definirme como un yo y definir al otro como vos? ¿Cómo conceptualizaríamos la realidad y cómo nos relacionaríamos? Y la verdad es que no sé aún como es que se inició, porque bien podría haber sido un evento fortuito en la historia de la evolución o una capacidad que se dio por el desarrollo de la especie pero lo que sí tengo en claro - y esto es algo que mientras más lo pienso más preguntas me genera y más me sorprende - es que el lenguaje, Diario, es la ventana a lo que somos, a lo que nos hace ser cómo somos, porque el lenguaje no es sólo lo que estamos diciendo, sino lo que comunicamos –además- con los gestos (cómo cuando la profe pregunta si entendimos y nosotros decimos: ¡si! Pero bien sabe la profe que no hemos entendido nada al ver nuestras caras con las cejas totalmente desorientadas; o cómo cuando Guille me pregunta si estoy enojada y le digo: ¡NO! Pero bien sabe Guille que si lo estoy porque mi cara se convierte en traste y no sabe dónde empiezo ni donde termino, o si mirarme arriba o mirarme abajo, en fin…) y esto si es único de nuestra especie, porque cuando Pancho me ve comer maúlla y con eso me dice: dame, no me da vueltas con un: ¿qué comés de rico? Para que yo en un acto de amabilidad le diga: pollo, servite. Entonces ésta cualidad del lenguaje lo hace aún más maravilloso, ¿no crees?, por tener la posibilidad de decir o no decir y tomar al silencio como una forma igualmente válida de comunicación, por tener la posibilidad también de decirle a la profe que ¡sí, entendemos! y con eso zafar de otra larga y ardua explicación de su parte, aun corriendo el riesgo de que la profe nos conteste: bueno, Pereyra, usted que entendió, ¿puede explicárselo a su compañera? y ahí reírnos de la contradicción porque la profe utilizó la misma posibilidad de decirme las cosas entre líneas y hacerme notar que sabe que no entendí y decírmelo indirectamente al pedirme que se lo explique a mi compañera…

¿qué pasa, entonces, con esos contenidos ocultos? Con eso que decimos de forma indirecta, con ésta cualidad que nos corresponde solo a nosotros. Estos contenidos nos permiten deducir la interpretación más relevante y leer entre líneas, según nuestra cultura, moral y ética. Sirven como una forma de negociar entre nosotros, una forma de ponernos de acuerdo o de lograr lo que se tiene en mente conseguir ya sea con un fin comunitario, de dominación, de reciprocidad o meramente sexual. Tenemos el poder de transformar los conceptos y aplicarlos a dominios abstractos, entonces pensar el lenguaje desde esta perspectiva hace que las palabras tengan el valor que naturalmente le quitamos, entonces los “te amo” ya significan otras cosas al igual que los no puedo vivir sin vos o los no sos vos, es la remera la que te hace más gordita…

Y lo mismo empezó a pasarme en la literatura, Diario…Por ejemplo en ese poema de Gelman que dice:

A donde irá a parar

Tanta desolación

Tanta hermosura.

Hemos hecho y des-hecho.

Hablen, trabajadores del amor

Hoy significa muchas cosas, significa mucho más, el hecho y des-hecho hoy me hace llorar, hablen, trabajadores del amor me dice algo entre líneas, más allá de lo que está diciéndome Gelman en realidad. Entonces la literatura sirve para algo más que para construir una simple historia, las palabras hacen (no sólo cambian) el mundo, como los titulares de los diarios y las publicidades de los grandes carteles, los manuales del colegio o las canciones. Y en esto es que encuentro el sentido y la respuesta al ¿para qué sirve la lengua y la literatura en la escuela y en la vida de cada uno de los seres humanos?

Y quedo maravillada y desnaturalizo mi lenguaje, veo que es algo increíblemente complejo e imposible de entender en su totalidad porque va más allá, porque es infinito, algo de nunca acabar. Y me apasiona, el no tener bien en claro cómo comenzó pero si entender que hoy por hoy, el lenguaje, la comunicación es la raíz de nuestra organización, es una creación humana colectiva que nos mueve día a día y nos permite sobrevivir, palabra a palabra.
Micaela Pereyra

Final Adquisición y Desarrollo del lenguaje

Escribir una narración que vincule el contenido del texto Tecnologías de la Inteligencia, de Pierre Lévy, con los procesos de adquisición y desarrollo del lenguaje.

Albajari habla de los viejos textos que ha leído y releído una y otra a vez como “capas de cebolla”. Lo que, por otro lado, no deja de hacerme acordar a la metáfora de Shrek: “Los ogros son… ¡como cebollas!”[1]. Bueno, los textos también, porque cada vez que los leemos hacemos asociaciones diferentes que se superponen a las que hacíamos antes. Una red amorfa de hipervínculos azules va creciendo sin límites en nuestras cabezas. Tomemos, por ejemplo, el texto más anotado, la cebolla más grande de todos los tiempos[2]. En mi caso, se trata probablemente de Volver al futuro, trilogía que he visto y vuelto a ver hasta el hartazgo desde pequeña.

La primera vez que vi la película de 1985, Marty McFly volvía a los años 50s, accidentalmente evitaba que sus padres formaran una pareja poniendo en riesgo su propia existencia y luego ponía en práctica un complejo plan para que se enamoraran en un baile del colegio. Más adelante, vi la saga entera y entonces la película de 1985 ya no era la misma. Ahora Marty McFly volvía a los años 50s, accidentalmente evitaba que sus padres formaran una pareja poniendo en riesgo su propia existencia y luego ponía en práctica un complejo plan para que se enamoraran en un baile del colegio, sin saber que en paralelo había un segundo Marty McFly venido de un futuro alternativo que ponía en práctica otro complejo plan para evitar que el plan del primer Marty McFly no fracasara por complicaciones originadas en ese futuro alternativo[3].

Sí, puede que no me haya sido tan fácil entender esto al principio. Pero la tercera o cuarta vez que vi la saga, ya no tuve que prestar tanta atención al hilo conductor de la historia y pude ver los detalles más pequeños. El shopping en el que se reúnen Doc y Marty se llama Twin Pines Mall (“pinos gemelos”). Luego Marty viaja al pasado con el DeLorean y tira abajo uno de los dos pinos que dan nombre al lugar. Al volver a 1985, el shopping se llama Lone Pine Mall (“el pino solitario”)[4].

Pero además, un día me enteré de quién era Ronald Reagan y porqué el Doc de 1955 encontraba tan ridículo que fuera presidente en el futuro[5]. Y cuando aprendí un poco de inglés, entendí el intraducible chiste de la Pepsi Free. En 1955 no existe la Pepsi dietética, por lo que al pedir una Pepsi “Free” (que significa “libre de azúcar” en 1985 pero “gratis” en los años 50s), el cantinero se enfada con Marty y le dice: “si quieres una Pepsi, tendrás que pagar por ella”[6]. Con el tiempo, también entendí las referencias a los viejos comics de ciencia ficción[7], a Star Wars, Star Trek y Van Halen[8], a Chuck Berry y a Jimmy Hendrix[9], etc, etc, etc.

Por otro lado, cuando veía Volver al futuro II en los 90s, consideraba ese 2015 como una representación bastante fiel de lo que podría llegar a ser el futuro. Esto era así por la “ingenuidad” con que se imaginaba el siglo XXI en esa época (aunque claramente hay cierto tono de parodia en la saga), pero más que nada por mi propia ingenuidad al respecto. No cabe duda de que ahora veo ese futuro de manera completamente diferente porque estoy en el año 2015 y todavía no hay autos voladores, ni correas que pasean perros por sí solas, ni cordones automáticos, ni hover boards[10] (si bien hay que admitir que algunos inventos sí se han hecho realidad). Pero además, luego de ver otras películas sobre el futuro como 2001: Odisea en el espacio (1968) o Interstellar (2014), pienso que estas historias quizás nos dicen más sobre el tiempo en que fueron hechas que sobre cómo ha de ser el futuro[11].

Finalmente, Volver al futuro significa cosas diferentes para diferentes personas. Cada uno crea su propia red de links azules, porque lee, mira, escucha y vive cosas diferentes. Para mi mamá Volver al futuro es volver a los dorados tiempos de las camisas XL, los pelos batidos y los walkman. Para mi papá es volver a todas las tardes después del colegio para ponerse el sombrero western y ver a John Wayne en la tele[12]. Para mi es volver a ver quinientas veces Volver al futuro con mis hermanos, explicarnos porqué hay dos Marty McFly en 1955, descubrir juntos que en un 1985 el mall se llama Twin Pines y en otro 1985 se llama Lone Pine, aprendernos todas las veces que Marty dice “nadie - me llama - gallina”[13] y escuchar The Power of Love[14] unas quinientas veces también.

Volver al futuro cambia cada vez que la veo porque es una saga muy compleja, con tramas enredadas, diferentes niveles e incontables detalles pequeños. Pero de la misma manera cambia cualquier película que veo, cualquier libro que leo, cualquier canción que escucho, por segunda vez. Hasta el hecho más simple, como comer un pote de cereales o viajar en colectivo, cambia cada vez que lo hago de nuevo. Y es porque todo el tiempo me cubro y nos cubrimos con una y otra nueva capa de lecturas y experiencias y entonces ya no somos las mismas personas. Nosotros somos las cebollas, igual que Shrek y el resto de los ogros.

Bibliografía
Albajari, A. (1999). La forma del ensayo. En: PAMPILLO, G. y otros. Permítame contarle una historia. Buenos Aires: Eudeba. 199-206.
Belinchón, M; Igoa, J; Rivière, A. (1992). El concepto de lenguaje. En Psicología del lenguaje. Madrid: Trotta. 17-54.
García Albea, J. (1993). La capacidad humana del lenguaje: Un ejemplo de discontinuidad evolutiva. En Mente y conducta. Madrid: Trotta. 153-181.
Jackendoff, R. (2010). La lengua como un fenómeno mental. En Fundamentos del lenguaje. Mente, significado, gramática y evolución. México: Fondo de Cultura Económica. 45-68.
Lévy, P. (1990). Las tecnologías de la inteligencia. Buenos Aires: Edicial.
Pinker, S. (2000). Capítulo 1: El instinto para adquirir un arte; capítulo 4: Cómo funciona el lenguaje. En El instinto del lenguaje. Madrid: Alianza.
Raiter, A.; Jaichenco, V. (2002). Capítulo 3: Adquisición del lenguaje. En Psicolingüística. Buenos Aires: Docencia. 39-109.
Vigotsky, L. (1988) Capítulo IV: Internalización de las funciones psicológicas superiores; capítulo VII: La prehistoria del lenguaje escrito. En El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Grijalbo:  Madrid.
Vigotsky, L. (1999). Capítulo 4:  Las raíces genéticas del pensamiento y el lenguaje;  capítulo 6: El desarrollo de los conceptos científicos en la infancia; capítulo 7: Pensamiento y palabra. En Pensamiento y lenguaje. Buenos Aires: Fausto.



[1] - ¿Apestan?
- Sí. ¡No!
- ¿O te hacen llorar?
- ¡No!
- Ya sé. Si las dejas al sol, se ponen cafés y les salen pelitos blancos.
- ¡Noooo! ¡Capas! Las cebollas tienen capas, los ogros tienen capas, las cebollas las tienen. ¿Entiendes? Ambos tenemos capas.
https://www.youtube.com/watch?v=Dcg4MRmOsJ4
[5] - ¿Ronald Reagan? ¿El actor? ¡Ja! ¿Y quién es el vicepresidente? ¿Jerry Lewis?
https://www.youtube.com/watch?v=tA_7V8r4uvo

Hacia el lenguaje

Luego de leer esta consigna por primera vez, pasé dos semanas enteras convencida de no poder responderla. Ocupé mi tiempo contestando el resto de las preguntas y esperando que la F nunca llegara, hasta que la fecha límite se acercó lo suficiente como para que empezara a preocuparme. Creía haber entendido más o menos bien todos los textos, pero no veía como una cuestión tan “científica” y abstracta podría afectar directamente mi vida personal. Nunca tuve ningún gran conflicto con el lenguaje como el que Siri Hustvedt relata en “La mujer temblorosa”, ninguna obsesión acerca del lenguaje que desbordara lo académico e invadiera mi vida personal, como aquella de Antonio Damasio en su búsqueda de Spinoza. Sin embargo, una noche antes de dormirme y sin pensar mucho en ello, me di cuenta de que un par de días antes había tenido una de estas situaciones, aunque más pequeña y desapercibida que la que yo esperaba.
Mientras disfrutaba una de las clásicas meriendas de café con leche con mi papá, lo noté un poco cansado y con alguna preocupación en la cabeza, así que le pregunté qué le pasaba. Me contó que estaba teniendo algunas complicaciones con el trabajo… Había recibido las revisiones de un paper para publicar en una revista y tenía muy poco tiempo para corregir los errores. No le preocupaban demasiado los detalles técnicos, porque tenía cierta idea de cómo resolverlos. Lo que más le preocupaba era que dos de cuatro revisores habían recalcado problemas en su inglés, sin decirle cuáles eran estos problemas y sin tener mucho tiempo (tan solo unos quince días) para corregirlos. Yo quería ayudarlo, pero no sabía cómo. Aunque entiendo inglés, el contenido del paper que escribió mi papá es chino para mí (él es ingeniero electrónico). Fue entonces que se me vino una frase de Noam Chomsky a la cabeza: “Colorless green ideas sleep furiously”. Esta frase, como explica Pinker en “La lingüística como ventana a nuestra mente” (Pinker: 2013), da cuenta de que el lenguaje posee una sintaxis independientemente del significado. Esta oración no tiene sentido, pero cualquier usuario de la lengua inglesa puede afirmar que se ajusta a los parámetros de la sintaxis. La frase es identificada como gramatical, sin importar que nunca antes se la haya formulado, ni siquiera en parte. De acuerdo a Chomsky, esto es posible ya que el lenguaje no es algo que aprendamos a partir de estímulos externos, sino que está incorporado en nosotros al nacer. En este caso, se me ocurrió una aplicación bastante simple de esta teoría. Si puedo entender que “Colorless green ideas sleep furiously” es una oración gramatical, entonces puedo decirle a mi papá si sus oraciones también lo son.
Luego de revisar juntos la sintaxis de su texto, mi papá me preguntó qué le recomendaba para aprender a escribir mejor el inglés. Tomar un curso formal del idioma e intentar leer diariamente textos en inglés para practicar son buenas formas de hacerlo, pero implican un largo proceso y, mientras tanto, mi papá debe seguir escribiendo de la mejor manera posible. Necesitaba una solución mucho más sencilla y aplicable a corto plazo, de hecho, podría ser una solución que él ya tuviera incorporada sin saberlo. Si existe una Gramática Universal con la que todos nacemos y que abarca principios comunes a todas las lenguas, entonces quizá lo único que deba hacer mi papá es apelar a su instinto, como lo hace al hablar en español. Al igual que todos aquellos que pertenecemos a la especie humana, él sabe, en un nivel bastante abstracto, qué es gramatical y qué no lo es. Aunque no sepa etiquetar categorías con nomenclaturas como “SN” o “SA”, puede reconocer que existen diferentes categorías sintácticas y que éstas se agrupan jerárquicamente. Traté de explicarle esto a mi papá y, al dejar de preocuparse de lo que no sabe, pudo concentrarse en aquello que sí.
Esto no quiere decir que aprender una segunda lengua sea igual a adquirir la lengua materna, pero recordar algunos puntos claves de la teoría innatista que Chomsky propone puede ayudarnos a enfocar este tipo de problemas diarios desde otro punto de vista. Las discusiones acerca de quiénes hablan “mal” y quiénes hablan “bien”, los afanosos intentos por “enseñar a hablar” a los niños, dejan de tener tanta importancia e incluso pierden totalmente su sentido. Entender al lenguaje como algo que poseemos todos los seres humanos, por el solo hecho de serlo, afecta nuestras vidas de incontables formas.
Guadalupe Romero

El sentido de la escritura

El sentido de la escritura en mi vida fue creciendo a medida que fui entendiendo y descubriendo la lingüística. En mis primeros años de carrera la lingüística era lejana, era algo aporte separado de mis gustos por la lectura y la escritura. Después a mi abuela le diagnosticaron Alzheimer y en ese mismo momento yo comenzaba tercer año de la universidad.
Primero fue olvidándose de las palabras, confundía mariposa con marioneta, buscaba explicarme con las manos las palabras que quería decir y con mi familia tratábamos de entender y poder decirlas nosotros. Ella sabía qué palabra quería decir pero no la recordaba. Había días en que no podía siquiera formar una oración; luego se olvidó de cómo leer y escribir.
Desde allí entendí que la lingüística se relaciona directamente con cada ser humano, que es parte nuestra, me puse en su lugar queriendo imaginar qué hubiera pasado conmigo si un día despierto y no recuerdo más cómo leer o escribir. Y creo que eso acabaría con mi vida; porque la escritura la salvó, porque muchas veces me suicidé en un papel y porque esa muerte plasmada en letras me dio vida y nacieron cosas nuevas.
Quise abocarme a eso: al Alzheimer, a ver qué pasa con ese cerebro, pero pienso que mi capacidad no llega a entender algo tan complejo que implica otras áreas de las que no tengo ningún conocimiento. Es por eso que fui inclinándome hacia la escritura creativa. Creo que es la forma de seguir adelante, de suicidarse sin lastimarse y mediante esa muerte renacer; porque también en el Alzheimer es un buen recurso, para vivir un poquito más, aunque sea un día, aunque sea unos versos.
Micaela Pereyra

Mis razones para escribir

Yo escribo porque es un requisito de la sociedad en la que vivo y porque nadie me preguntó si quería, pero tuve que aprender. Escribo porque es la manera más eficaz y segura que encuentro para estudiar. Porque congelo mis palabras y así perduran. Escribo porque me gusta volver a pensar lo que había pensado antes. Yo escribo porque puedo derretir lo que congelé y hacer algo nuevo. Porque me da placer lo que me pasa cuando escribo y lo que le pasa al que me lee. Escribo porque, tal vez, alguien me lea y me reconozca allí, me niegue o me discuta. Escribo porque es un diálogo diferido que me obliga a pensar muchas veces lo que voy a poner. Escribo porque me hago cargo de mis palabras y porque me gusta hacer hablar, en un mismo lugar, a los que escribieron antes que yo.

Maca

lunes, 3 de noviembre de 2014

Escena 6 - Sofía

Martes, doce y cinco. Abril. Clase nuevamente con los alumnos del quinto año “A”. Se sientan, la mayoría enojados y con hambre; como siempre perdieron diez minutos en rezongar sobre la poca gente que atiende el kiosco de la escuela. Les pido que se acomoden, y les digo que los entiendo, los últimos cuarenta minutos de los martes no son precisamente el módulo que más les agrade. Les recuerdo cuál era la actividad que habían realizado el jueves pasado.  Y les vuelvo a preguntar, ahora que ya hemos debatido sobre las diferentes definiciones que existen de literatura, les pregunto de nuevo, ¿qué es?, la mayoría, al unísono, desesperados por contestar todos juntos, “arte, profe, es un arte”, les dije que estaba muy bien su respuesta, y les pregunto, ¿por qué creen que es un arte?, una voz del fondo, me dice “profe es porque ¿es algo que se puede apreciar?”, y otra de la primera fila, “no, no, no es como un cuadro, o una escultura, solamente ves letras”, entre ellos comenzaron a debatir qué era o no era el arte. Todos exaltados, siempre queriendo tener la razón única. Los calmo, les pido que se ordenen, que así no se puede debatir ninguna postura sobre nada. Se acomodan y me preguntan, “entonces profe, ¿por qué es un arte?, y les explico, que el arte es una expresión del hombre, y como tal, existen diferentes expresiones artísticas, ya sean la pintura, la escultura, el teatro, la música, la danza, y el sinfín de las cosas que rodean al hombre y pueden convertirse, a través de una finalidad estética –dos alumnos me preguntan qué es la estética y les explico que representaría todo aquello que se realiza con el fin de ser algo bello, pero también se la considera como una rama del arte en la que se estudia la percepción del hombre y su idea de lo que es o no bello-, en arte, y que entonces, que si se pusieran a reflexionar un ratito, se darían cuenta de que la escritura también es una expresión del hombre, y en ese momento un grupito de tres alumnas levanta la mano y  explican “entonces si la escritura es expresión, la literatura por eso es arte”, “¿tiene algo que ver con el lenguaje profe?” pregunta otro alumno, por supuesto que tiene que ver con el lenguaje, le respondo, “¿puede ser algo como el lenguaje visual?”, exactamente le respondo, interpretamos todo lo que vemos y sentimos a través del lenguaje, y justo cuando estábamos logrando llegar a las reflexiones más importantes, toca el timbre. Les digo que no se olviden de lo que hablamos hoy, que la próxima clase seguíamos, ya con la incorporación de un pequeño práctico. Los saludo, y nos retiramos todos. 

Sofía Lucero